Oh happy day
Navidad, Año Nuevo, Viernes Santo
cualquier día es bueno para celebrar una comida familiar. Ese tipo de comida que reúne a toda la familia al completo alrededor de una mesa para comentar qué tal les está yendo el año, una comida en la que abundan las fotografías de primos y abuelos, una comida diabólica en la que todos salen heridos de una u otra manera.
Lo mejor de estas reuniones es que nadie quiere hacerlas pero, inexplicablemente, se organizan una o más veces al año. Hay una teoría que apunta a que se originan porque siempre hay algún familiar que un día se siente nostálgico y llama a la abuela o abuelo para decirle lo mucho que le gustaría ver a su familia. A partir de ahí ya es todo muy fácil, no hay más que hacer, porque el anciano de turno se encarga de convencer al resto de los componentes de la familia de que es un día especial en el que hay que hacer el esfuerzo por tal primo que tiene ganas de ver a los demás, y así. Al final acaban todos con una marca odiosa en la agenda en la que dice: El domingo día X, comida familiar.
El día de la comida todos procuran estar lo mejor posible y se ponen sus mejores galas para que la nuera esa se muera de envidia; algo que también se suele hacer es repetirle al niño pequeño lo que tiene que decir: Si te preguntan por tus notas, di que vas MUY bien.
Hay dos tipos de comidas familiares: las que se hacen en la casa de algún familiar, y las que se hacen en un restaurante. Son muy diferentes entre ellas, porque en la primera, al estar en casa, no sólo se puede gritar, sino que también puede correr la sangre. Son las más divertidas porque hay confianza, se dicen las cosas a la cara y sin tapujos, lo que hace que el baño esté siempre ocupado con alguna prima que llora porque le han llamado gorda. En los restaurantes se nota la tensión en el ambiente y las ganas que tienen de tirarse los platos, pero hay que guardarse las ganas para no tener que pagar la vajilla, así que cada uno explota de rabia en su respectiva casa y se pierde la gracia del momento.
La culpa de todo esto la tienen los americanos. En sus series siempre hay un capítulo dedicado al Día de Acción de Gracias en el que todos se enfadan y pelean, pero como al final todos se reconcilian y se produce una escena muy bonita de todos unidos cantando el Oh happy day en el salón, nos creemos que nuestra familia va a ser igual, sin contar con que nadie de tu familia se sabe la letra de esa canción y claro, al año que viene cuando nos llama la abuela siempre le decimos que sí, que por supuesto que vamos, ¿por qué no íbamos a hacerlo?
Lo mejor de estas reuniones es que nadie quiere hacerlas pero, inexplicablemente, se organizan una o más veces al año. Hay una teoría que apunta a que se originan porque siempre hay algún familiar que un día se siente nostálgico y llama a la abuela o abuelo para decirle lo mucho que le gustaría ver a su familia. A partir de ahí ya es todo muy fácil, no hay más que hacer, porque el anciano de turno se encarga de convencer al resto de los componentes de la familia de que es un día especial en el que hay que hacer el esfuerzo por tal primo que tiene ganas de ver a los demás, y así. Al final acaban todos con una marca odiosa en la agenda en la que dice: El domingo día X, comida familiar.
El día de la comida todos procuran estar lo mejor posible y se ponen sus mejores galas para que la nuera esa se muera de envidia; algo que también se suele hacer es repetirle al niño pequeño lo que tiene que decir: Si te preguntan por tus notas, di que vas MUY bien.
Hay dos tipos de comidas familiares: las que se hacen en la casa de algún familiar, y las que se hacen en un restaurante. Son muy diferentes entre ellas, porque en la primera, al estar en casa, no sólo se puede gritar, sino que también puede correr la sangre. Son las más divertidas porque hay confianza, se dicen las cosas a la cara y sin tapujos, lo que hace que el baño esté siempre ocupado con alguna prima que llora porque le han llamado gorda. En los restaurantes se nota la tensión en el ambiente y las ganas que tienen de tirarse los platos, pero hay que guardarse las ganas para no tener que pagar la vajilla, así que cada uno explota de rabia en su respectiva casa y se pierde la gracia del momento.
La culpa de todo esto la tienen los americanos. En sus series siempre hay un capítulo dedicado al Día de Acción de Gracias en el que todos se enfadan y pelean, pero como al final todos se reconcilian y se produce una escena muy bonita de todos unidos cantando el Oh happy day en el salón, nos creemos que nuestra familia va a ser igual, sin contar con que nadie de tu familia se sabe la letra de esa canción y claro, al año que viene cuando nos llama la abuela siempre le decimos que sí, que por supuesto que vamos, ¿por qué no íbamos a hacerlo?
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amador mohedano -